Sin ánimos de hacer de esta una sección permanente, y sin otra intención que la de destacar el “lado B” de una partida de rol, me he animado a jactarme de lo grandioso de los festines, comilonas, tentempiés, canapés y chanchadas varias que sin culpa y con grandes ganas, hemos disfrutado en medio de una buena (o lamentablemente, mala) narración.
La Gula es uno de los siete pecados capitales, mas aquello no significa la permanencia en el tiempo del vicio y de ahí que este artículo no represente una oda a las enfermedades asociadas al sobrepeso, al exceso de azúcar o sal (se lo advertimos); sino que más bien, atribuimos a la comida ese efecto mágico que se remite a la sociabilidad, así como Jesús compartió el pan y el vino en La Última Cena, los roleros comparten algo más que sus experiencias y aventuras, y tienen en su mesa otra cosa que las hojas y dados: el alimento.
Compartir lo que uno come en algunas culturas suele ser más que un gesto de buena voluntad, es una obligación social; pero si hablamos desde nuestro núcleo y desde las costumbres que suelen vislumbrarse, ofrecer de nuestra “colación” no es algo que se practique con frecuencia, ya desde el colegio recuerdo la antipatía de algunos compañeros por compartir las galletas o la bebida en el recreo, y como contrapartida –porque aquí no todo es blanco y negro, así como no hay persona que sea egoísta sin razón- el comportamiento rapaz de otros que probablemente con más hambre, buscaban saciarla a costa del primero. Pero a pesar de ello, somos muchos a los que nunca nos molestó compartir la colación con los demás, ofrecer con una actitud más complaciente que una mera buena voluntad, y sin arrepentirse de ello, desprenderse del antiquísimo concepto de la propiedad para hacer eso que nosotros llamamos “comunidad”.
La Gula es uno de los siete pecados capitales, mas aquello no significa la permanencia en el tiempo del vicio y de ahí que este artículo no represente una oda a las enfermedades asociadas al sobrepeso, al exceso de azúcar o sal (se lo advertimos); sino que más bien, atribuimos a la comida ese efecto mágico que se remite a la sociabilidad, así como Jesús compartió el pan y el vino en La Última Cena, los roleros comparten algo más que sus experiencias y aventuras, y tienen en su mesa otra cosa que las hojas y dados: el alimento.
Compartir lo que uno come en algunas culturas suele ser más que un gesto de buena voluntad, es una obligación social; pero si hablamos desde nuestro núcleo y desde las costumbres que suelen vislumbrarse, ofrecer de nuestra “colación” no es algo que se practique con frecuencia, ya desde el colegio recuerdo la antipatía de algunos compañeros por compartir las galletas o la bebida en el recreo, y como contrapartida –porque aquí no todo es blanco y negro, así como no hay persona que sea egoísta sin razón- el comportamiento rapaz de otros que probablemente con más hambre, buscaban saciarla a costa del primero. Pero a pesar de ello, somos muchos a los que nunca nos molestó compartir la colación con los demás, ofrecer con una actitud más complaciente que una mera buena voluntad, y sin arrepentirse de ello, desprenderse del antiquísimo concepto de la propiedad para hacer eso que nosotros llamamos “comunidad”.
Y hablando de comunidad, aquí es cuando yo develo algunos grandes momentos y principios que han subyacido al Pacto en sus años de existencia, y que casualmente o no, tienen mucho que ver con la comida: porque nunca hemos rechazado a nadie dentro de nuestra mesa (y aquí hablo en un sentido literal que invoca tanto a la mesa en que jugamos como a la mesa en que comemos y a la mesa en que roleamos) y no hay razón suficiente como para excluirlo; porque con más o menos plata, siempre alcanzará para todos; porque en cuanto a marcas cada uno tiene su preferida, pero el pacto –institucionalmente- prefiere las papas Mom´s; porque aunque la comida (casi) siempre se haga poca, la noche es larga y la entretención es ardua.
En fin, coma usted mucho o poco; papas fritas, galletas, tallarines, hamburguesas, pizza, queque; tome agua, bebida o lo que encuentre; tenga o no una mesa al frente, su mesa serán los jugadores, esos mismos con los que luego de compartir aquello que es suyo, se convertirán en miembros de una misma party, y quién sabe, en su amigo y compañero. Al final del día, usted podrá concluir que lo que realmente cuenta es la buena compañía.
By Tefitefi